¡Qué bestialidad!

Archivo General de la Nación, (Bogotá). Sección: Colonia. Fondo: Juicios criminales. Legajo: 92. Folios: 459r – 464v.

 

Yo no sé, pero alguna gracia debe tener. Me rehúso a creer que uno de los pecados más perseguidos de la historia sea tan sólo una desviación espiritual, o incluso psicológica, porque como bien sabemos, no hay vicio sin placer. Aunque mi intención no es más que entretener, a diferencia de aquellos relatos que también instruyen, el lector juzgará si la presente historia puede iluminar las motivaciones que llevan a cometer el crimen de lujuria que nos ocupa.

A través de exhaustivas investigaciones espirituales se ha llegado a comprobar que la soledad genera desasosiego sexual. San Antonio lo superó, y por ello es la última vez que menciono a este personaje en mi blog, pero Salvador, labriego cundinamarqués que llevaba el apropiado patronímico de Costales, fue flaco de voluntad. Salvador Costales era nativo de Tibiritá, un pueblo al suroccidente del departamento (tierra caliente), que en la actualidad tiene una bandera tan insólita que incluí una imagen de ella al final de esta entrada, junto con el comentario semiológico que en torno a ella hizo su creador: el maestro Carlos Reyes. Probablemente Salvador Costales pasaba trabajos económicos en Tibiritá, porque el 23 de agosto de 1795 migró a Anolayma, en la jurisdicción de Tocayma (también tierra caliente). Encontró empleo en la hacienda Trinidad, propiedad de Miguel Izquierdo, y logró aplacar sus ansiedades económicas, aunque estaba por sucumbir a las carnales.

Todo se supo por la boca de Pedro Izquierdo, muchacho de diecinueve años hijo de Miguel Izquierdo, en declaración hecha al alcalde de Anolayma, don Francisco Mocorra. A mí, desde una mirada subjetiva y anacrónica, me parece que el tal Pedro Izquierdo era un soplón sinvergüenza, aunque ustedes juzgarán esto por sí mismos cuando vean cómo transcurrieron los hechos.

En la mañana del 23 de noviembre de 1795, Pedro Izquierdo sacó a las mulas a pastar en el potrero contiguo. Tomó el camino de tierra y al punto lo rodeó un espacio edénico, frondoso y tropical, con flores de colores, el ronroneo de la quebrada, una humedad sudorosa, olor a boñiga fresca y un mar de mosquitos. Cuando llegaba a la cerca de madera que encerraba el potrero, Pedro vio frente a la puerta a la mula de su madre (no en sentido figurado, había una mula que era propiedad de la madre de Pedro), Joana María de Amaya (este es el nombre de la madre, no de la mula). El bulto de leña que debía ir sobre el animal estaba tirado a un lado del camino, y en su lugar se encontraba un pobre cristiano al que acababan de coger con las manos en la mula, y quien no era otro que Salvador Costales.

El documento, al describir este encuentro, dice: “el otro [Salvador Costales] lo vio y trató de bajarse poniendo las manos en el anca de la mula y el declarante [Pedro Izquierdo] le vio el miembro fuera [a Salvador Costales]”. Mientras Pedro se acercaba, Salvador alcanzó a subirse los pantalones y a colocar de nuevo el costal de leña sobre el lomo de la mula, pues el labriego había sido enviado a recoger leña con el animal que acababa de desflorar. El joven le dijo:

– Buenas, Salvador, ¿cómo está?

El otro, turbado y afectado, le respondió:

– Bien.

– Haga el favor de hacerse a un lado que tengo que llevar a estas mulas al potrero.

Salvador emprendió su camino con la concubina mientras que Pedro le preguntó:

– ¿Cómo comete esa maldad tan grande con la mula?

Salvador no respondió. Sólo bajó la cabeza y se fue. A continuación ocurrió algo que considero una muestra de los abismos a los que puede caer la malicia humana. El pérfido Pedro Izquierdo decidió no poner las mulas a pastar, sino tomar un atajo que conocía hasta la hacienda, y así llegar antes que Salvador Costales con el fin de soplarle a su papi la desvergüenza que había presenciado. Y así fue. Frente a Miguel Izquierdo y dos capataces de la hacienda, Ramón Pinto e Ignacio Sánchez, Pedro relató el acto libidinoso, y añadió, como toque final, que no había prendido a Salvador allí mismo porque le tenía miedo.

Miguel Izquierdo ordenó a los capataces prenderlo y amarrarlo antes de que escapara. Cuando emprendieron la búsqueda encontraron a la mula amarrada en las pesebreras con el bulto de leña todavía encima. No había otro rastro del tibiriteño. Hicieron misiones de reconocimiento a caballo en los alrededores y al fin lo encontraron, mojado, cansado y asustado, en el borde donde acababan las plantaciones de caña de la hacienda.

Lo amarraron con una cuerda de fique y lo dejaron en un establo mientras Pedro iba a buscar al alcalde, don Francisco Mocorra. Lo encontró en una hacienda vecina de nombre simplón (“La Papa”) y al punto lo llevó hasta donde tenían recluido a Salvador. En el camino, Pedro le describió con pelos y señales todo el asunto, haciendo silencios dramáticos en puntos picantes mientras observaba fijamente cualquier reacción en el rostro de su oyente. El alcalde, a su vez, escuchaba la historia inquietado por las ocasionales miradas del joven, que en este contexto de lascivia no podía evitar asociar con la posibilidad de ciertas desviaciones en la moral del mancebo.

Cuando llegaron a la hacienda el alcalde asumió responsabilidad por el capturado, lo  llevó al pueblo con dos guardias y solicitó a Pedro y Miguel Izquierdo, Ramón Pinto e Ignacio Sánchez que rindieran declaración ante un escribano público.

El asunto terminó con Salvador Costales preso en la cárcel por cometer delito de bestialidad y con una mula que cuando se acercaba al potrero donde ocurrió el intercambio carnal comenzaba a dar graznidos alegres.

 

 

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 Bandera de Tibiritá, Cundinamarca.

“Tres franjas verticales que inspiran equilibrio, firmeza, liberación espiritual y vida.
La franja derecha en la parte superior, lugar de predilección, se encuentra la bandera de Cundinamarca. En la parte inferior del lateral derecho, catorce estrellas de cinco puntas cada una, representando sus veredas y una principal de seis puntas, que representa la cabecera municipal. El significado de las seis puntas de esta estrella, son los seis caminos que comunica el casco urbano con las veredas. Todo sobre fondo azul ultramar que significa: juicio, seguridad, vida interior, religión, el cielo y las aguas del municipio. La segunda franja es blanca, símbolo de inocencia, paz y tranquilidad, síntesis de todos los colores. La tercera franja es verde, los campos del terruño, la esperanza, las buenas costumbres, el amor, la realidad, razón, lógica y juventud” (Maestro Carlos Reyes, autor de la bandera).
 

Published in: on septiembre 18, 2006 at 5:23 am  Comments (9)  

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9 comentariosDeja un comentario

  1. Santiago:

    Definitivamente a mi me ha parecido muy chévere lo que ha escrito, siendo fiel a este gusto estaré pendiente de todo lo demás que escriba. Me parece muy interesante además leer acerca de esos crimenes extraños e injusticias cometidas en nuestra historia. Por último, me gustaría también recalcar que estas historias, o datos criminales excesivamente curiosos (porque unos son pasados y otros definitivamente son muestra de que no son en nada criminales sino son una muestra de desadaptados sociales) me generan gran interes o curiosidad. Todo esto significa diversión. Gracias Santiago por divertirme.

  2. ¿Soy a la única que me da pesar del pobre Salvador Costales? Con lo jodido que andaba muy seguramente ni le alcanzaba para ir de visita donde las meretrices.

    Muy bueno el cuento Santi, gracias por la entretención semanal.

  3. Sip, Pedro Izquierdo era un sapo! Hasta envidia le tendría al pobre de Salvador.

  4. Eeeeche… el unico crimen que cometio fue no llevarle una paca de heno a la mula… (los dulces p’a la nena)…

    Fijo que el sapo de Izquierdo hacia lo mismo con las gallinas…

  5. el orden de la historia es bastante claro: la burrada primero, luego el sapo, y finalmente… la sonora carcajada cosecuente al relato.
    definitivamente estos relatos son tan buenos como ir de farra gratís.
    gracias por la farra santiago.

  6. Excelente Santiago, me encanta su blog, las cárceles del siglo XVII estarían llenas de costeños de no ser por la carencia de Izquierdos en la costa. Con respecto a las Izquierdas ya tenemos de nuevo una red de informantes y nos toca CONVIVIR con ella. Un Abrazo

  7. corrijo: Siglo XVIII

  8. Es interesante ver como las personas se meten en la vida privada de los demás (por ejemplo, lo que pasó con Bill Clinton y su burra) y, por otro lado, la gente es muy desagradecida: lo único que Salvador estaba haciendo era mejorar el ambiente de trabajo de la burra…algo similar pasa en las empresas hoy en día. Por eso me gusta tanto el dicho que me enseñó una monjita: «cada cual hace de su culo un candelero».

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